miércoles, 10 de octubre de 2007

Marilyn Manson & José Antonio Marina

Estoy en casa escuchando el Antichrist Superstar del Marilyn Manson -el yerno ideal- mientras acabo de hojear el prólogo de la Teoría de la inteligencia creadora del filósofo y psicólogo -o ‘investigador privado’, como gusta de referirse a sí mismo- José Antonio Marina, que me promete un viaje apasionante entre los engranajes de mi propia mente. Hace poco más de una hora Marilyn y José Antonio reposaban inquietos en las estanterías de la Biblioteca Regional, sin sospechar que alguien estaba a punto de reunirlos, o quizá ya se conocían de haber viajado juntos en alguna otra mochila, quién sabe. En la cola para las mesas de Préstamos se me ha ido el santo al cielo y me he sumergido en uno de esos flash backs en los que el tiempo se expande, los sonidos se amortiguan casi hasta la impercepción y eres capaz de meter media vida en minuto y medio de reloj. Así, con los ojos perdidos en el infinito o más allá, me he paseado a cámara lenta por todos mis días de biblioteca: por mis tardes de bachiller en época de exámenes sentado en la sala de lectura con mi pierna derecha moviéndose a toda velocidad como si tuviera vida propia; por mis mañanas de verano cuando todos los críos se iban de veraneo a las flamantes casas de playa dejándonos en el barrio al ‘morcilla verde’ -estaba un poco relleno y siempre llevaba un chándal verde- y a mí; tan solos que al final tuvimos que hacernos amigos de temporada y nos íbamos a la biblio a respirar aire acondicionado y a zamparnos las colecciones enteras de Tintín, de Axtérix, de Magos del Humor,… En el trance incluso he recordado mi primera visita, cuando la biblioteca estaba en el paseo Alfonso X, en el edificio que aún alberga el Museo Arqueológico. La sección infantil parecía una clase de párvulos con sus mesitas de colores y las mini estanterías llenas de cuentos, tebeos y libros de trabajos manuales. Y, cómo no, el gran día en que de la mano de mi hermano mayor, mi héroe, crucé el umbral de la biblioteca de mayores para experimentar una de las sensaciones más fuertes que recuerdo, equiparable incluso con la primera vez que entré al cine y me encontré a un Bruce Lee gigante repartiendo jetazos a diestro y siniestro y esparciendo más sangre que mi tío ‘el Rosquilla’ los días de matanza, que en paz descansen. Aquella biblioteca me parecía inmensa, no era posible que hubiera tantos libros en el mundo, y toda aquella gente sentada en las mesas gigantes debían de ser sabios, en fin…, ya digo, todo esto en minuto y medio escaso de tiempo real en que se ha consumido la cola de Prestamos. Es la cola más rápida que conozco, y es que en la biblioteca Regional de Murcia todo funciona. Como en aquella recóndita aldea de las Galias, un puñado de irreductibles resiste a las legiones de la desgana y la apatía que amenazan con extenderse y apoderarse de todos los servicios públicos y privados y en general de todos los ámbitos laborales. ─ Ánimo valientes, y a ver si vuestro empuje sirve para alentar a los que aún no se han resignado y soportan con estoicismo la incompetencia, la lentitud, la desidia e incluso a veces la corrupción de los que ya han claudicado.

Octavio Coll

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